Bien, acabo este repaso a los mensajes de Franciso Mercader sobre la historia oculta de Almería en los años 60 con el tercero de los mensajes que conservo de las conversaciones de Fidonet.
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FM> Resulta que en cierta época formamos un conjunto profesional al que pusimos el nada ocurrente nombre de Los Dos y Dos (¿a que no sabeis cuántos éramos?) formado por Emilio Leseduarte, saxo y violín (el ya citado del taller de encuadernación), Luis Gázquez (El Pillico) -como batería y cantante flamencoide- que, actualmente es dueño de una tienda de música en la Rambla Obispo Orberá (si alguna vez teneis la inusitada idea de comprar un instrumento musical os aconsejo encarecidamente que olvideis el nombre de esa calle); como cantante y bajista un tal Ángel Barceló que, según sin mis informes, sigue en la actualidad actuando, agarrado a un teclado para no caerse de sus nubes etílicas y el menda, tras una guitarra eléctrica.
Bueno. A lo que iba. Resulta que tan brillante formación actuaba en la sala Chapina y a la Dirección se le ocurrió contratar un espectáculo consistente en seis o siete prójimas que traían ¡horror! tremendas y complejas partituras para orquesta de quince músicos con la pretensión de que las acompañásemos en su reumática danza.
Tras sesuda conferencia llegamos a la determinación de llamar en nuestra ayuda al famoso Maestro Barco, viejecillo encorvado de no más de cuarenta kilos de peso pero con la asombrosa habilidad de leerlo todo (cuando digo todo, quiero decir TODO). No sé si habeis visto una partitura de piano de las difíciles: las notas forman racimos hasta ennegrecer el papel y es dudoso que exista ser humano capaz de leer eso sin arduas horas de ensayo. Pues bien: aquel abuelo era capaz de leerlo a primera vista y, si hacía falta, transportarlo cinco tonos sin pestañear.
Llegó la primera actuación, reforzados por aquel fenómeno de la naturaleza y todo transcurría con la perfección esperada. Al llegar a cierto pasaje de "Las Bodas de Luís Alonso" sonó alguna nota un poco rara pero lo atribuimos a la dificultad de la partitura. ¡Hasta el Maestro Barco podía tener algún fallo de digitación en aquel chorro vertiginoso de notas!.
Al otro día, al tocar el mismo pasaje sonó también aquella nota infernal.
Al tercer día de actuación y de ocurrir lo mismo, no pudimos más y, después de esperar a que el sublime maestro se hubiera ido, nos inclinamos sobre la partitura.
Allí estaba.
Una cagada de mosca del mismo tamaño de una semicorchea, engañaba al maestro que, impertérrito, tocaba la cagada día tras día con el mismo entusiasmo que si la hubiese puesto allí el mismísimo Beethoven.
No hace falta deciros que, a partir de ese momento, nuestra fe en el Maestro Barco aumentó hasta el infinito. Era cierto: lo leía TODO.
Olvidé decir que el bajista de Los Dos y Dos fué captado tras la desmembración de otro conjunto profesional que ya existía cuando llegué a Almería por el año 1962: Los Rudy Jazz. Al piano, Luis Escobar, muy diestro en improvisaciones jazzísticas, a la guitarra eléctrica Paco Andújar (nunca supe lo que pintaba en aquel grupo: lo que de verdad le gustaba era tocar la bandurria; era descendiente directo de los tocadores de casas dudosas que ya os he citado en otro mensaje) y un asombroso muchacho de catorce años a la batería que, con el instrumento totalmente inadecuado (vendido, claro está, por el judío-comerciante-músico Cristóbal Sánchez de la Higuera) revelaba ya unas dotes notables de técnica y creatividad.
Efectivamente: el batería Juan Soriano, que emigró a Cataluña y malvivió a salto de mata tocando con los mejores grupos de Rock y Salsa y en las orquestas de los barcos de Transmediterránea, decidió un día sentar la cabeza y reveló lo que algunos intuíamos: a los cuarenta años, estudió la carrera de percusión (toda ella, en dos años), aprobó con el número uno las oposiciones y hoy lo teneis de profesor de música en un instituto de Almería. No os lo mereceis.
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Y con esto acaba la historia (al menos la que yo conservo en estos tres mensajes). La buena noticia es que Francisco Mercader sigue activo en el mundo virtual y he tenido la suerte de volver a contactar con él. Podeis ver sus "residuos mentales" en su página personal.
Personalmente, espero no perder de nuevo el contacto y seguir degustando durante muchos años los relatos de sus vivencias. ¡Un saludo, Don Francisco!
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